jueves, 15 de marzo de 2007

Al acecho

El ritmo de la vida cotidiana se vio envuelta por los ataques selectivos a la población civil.

La política del país no era un tema que fuera del todo bien en los últimos años, nunca pensaron que llegarían a esta situación...pero al haber víctimas civiles e inocentes, mucha gente se movilizó.

Querían luchar por los suyos en contra de la opresión y la dictadura...Por la libertad, decían.
Se crearon grupos armados y muchos hombres dejaron a sus familias para luchar por la causa.
Una de las cabecillas de aquello era el padre de Mehiju.

Se ocultaban en la montaña, lejos de sus seres queridos, sólo volvían cunado se sabían no vigilados por las noches...lejos de miradas extrañas.

Todo el poblado sabía...todo el poblado callaba.

Una noche, después de uno de los altercados más fuertes t violentos acontecidos hasta entonces, Mehiju recibió la visita de un soldado.

Le conocía, pues era el hijo de un vecino...venía a traer noticias de su padre.

Lo habían capturado, estaba herido.

Detenido y aislado...su suerte la desconocían.

Les aconsejó que escaparan, que salieran lo antes posible del país, por su propia seguridad...iban a intentar avisar al resto de familiares, aunque no podía prometer nada puesto que había toque de queda.

Cumplía órdenes de su padre...una posibilidad si caía muerto o detenido y había llegado el momento.

Les dio unas horas para pensarlo....eran las dos de la mañana, fuera sólo reinaba el silencio y en sus camitas los niños dormían.

El tiempo apremiaba, no podían contactar con sus familiares sin levantar sospechas...tenían que decidir ya.

Dejarlo todo y escapar...para posiblemente volver si las cosas mejoraban...o no, no volver jamás.
Dejarlo todo atrás....todo.

O quedarse.

Con la probabilidad de saberse detenidos o asesinados, o a saber qué.

Y los niños...qué sería de los niños.

Que sería de ellos, qué sería de la suerte de esta familia.

Todas estas ideas presionaban la cabeza de Phara...era suya la decisión. Mehiju le miraba asustada.

-Recoge lo básico, poca ropa...cuanto menos carga mejor, algo de alimento...Nos marchamos.

Mehiju hizo la bolsa, metió además unas fotos de familia, documentación....

-Volveremos pronto....se aseguró a sí misma.

Apagaron las luces.

Phara cogió en brazos a Bhurit que sólo tenía cinco años y de la mano llevaba a Aritu.

Mehiju, tenía en sus brazos a Coru y cargaba con la bolsa para el viaje.

En silencio y sin hacer ruido salieron por la puerta trasera...cerraron la puerta con mucho cuidado.

Eran las cinco de la mañana.

Educar a las hijas...criar al hijo.

Phara ya tenía sus responsabilidades asumidas.

Tenía tres bocas que alimentar y una mujer que mantener.

En cuanto el negocio de los taxis fue viento en popa, no permitió que su esposa siguiera trabajando con las sedas.
Ella , por acatar los deseos de su esposo, dejó apartado su clientela y sólo usaba el telar para sus cosas.

La pesó mucho, había estado dedicando toda su vida a eso y ahora debía dejarlo...no por propia voluntad.

Su nueva misión, era educar a sus hijas para que fueran buenas mujeres y buenas esposas.
Criar a su primogénito, que creciera sano y fuerte, que no les faltara de nada.

Desde pequeñas, las niñas aprendían a cuidar los animales, aprendían a criar gusanos de seda, el proceso de sacar todas las hiladas de esas bolitas con agua hirviendo, a teñir e hilvanar por grosores y calidades para al fin...usar el telar.

A pesar de la edad , Aritu con cinco años sabía separar las hojas de las moreras de los capullos que formaban los gusanos, sus pequeñas manitas aprendían a enlazar los cabos perdidos del telar al ritmo de los pies de su madre.

El sonido del telar era fantástico, armonioso, acompasado...al fondo se mezclaban las risas de Bhurit y Coru, en sus juegos.

A la hora de comer , Phara siempre volvía a casa.La comida estaba preparada y la mesa puesta.