jueves, 15 de marzo de 2007

Educar a las hijas...criar al hijo.

Phara ya tenía sus responsabilidades asumidas.

Tenía tres bocas que alimentar y una mujer que mantener.

En cuanto el negocio de los taxis fue viento en popa, no permitió que su esposa siguiera trabajando con las sedas.
Ella , por acatar los deseos de su esposo, dejó apartado su clientela y sólo usaba el telar para sus cosas.

La pesó mucho, había estado dedicando toda su vida a eso y ahora debía dejarlo...no por propia voluntad.

Su nueva misión, era educar a sus hijas para que fueran buenas mujeres y buenas esposas.
Criar a su primogénito, que creciera sano y fuerte, que no les faltara de nada.

Desde pequeñas, las niñas aprendían a cuidar los animales, aprendían a criar gusanos de seda, el proceso de sacar todas las hiladas de esas bolitas con agua hirviendo, a teñir e hilvanar por grosores y calidades para al fin...usar el telar.

A pesar de la edad , Aritu con cinco años sabía separar las hojas de las moreras de los capullos que formaban los gusanos, sus pequeñas manitas aprendían a enlazar los cabos perdidos del telar al ritmo de los pies de su madre.

El sonido del telar era fantástico, armonioso, acompasado...al fondo se mezclaban las risas de Bhurit y Coru, en sus juegos.

A la hora de comer , Phara siempre volvía a casa.La comida estaba preparada y la mesa puesta.

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