martes, 9 de enero de 2007

Enero 2004. Duro día de compras I

Empiezo yo, pa dar ejemplo.

Qué dura que es la vida de la maciza!.

Esta tarde me he ido con mi madre de compras. Es una obligación que llevo sorteando los últimos 24 meses, pero hoy ha sido imposible: mañana es la confirmación de mi hermano, el jueves tenemos fiesta glamurosa, y mi ropa de fiesta glamurosa es demasiado descocada para la visita al obispo y el sarao del jueves. Así que hemos partido las dos, con la difícil tarea de encontrar un complemento a mi falda super-chic, rumbo al mayor causante de los problemas de anorexia, bulimia y baja autoestima del sector femenino en este pais: Zara. La talla grande de esta tienda es pequeña para mis grandes tetas, y esto, sumado a que los últimos sujetadores que me compré, pequeños a propósito para disimularlas han conseguido el efecto contrario, me han sumido en una depresión de dimensiones bíblicas. Vamos, de las mismas dimensiones que mis tetas. Entre esto, y que la gracia de la última moda en pantalones es que estos caigan y ciñan justo debajo del michelín cervezero, haciendo que este se acuse, han conseguido que llegue a la siguientes conclusiones:

1- Dejo de hartarme de jabugo cada vez que vaya a casa de mis padres.
2- Mi dieta se centrará, a partir de ahora, en repollo y lechuga.
3- No fallaré ni un día al gimnasio.
4- Dejo de beber alcohol.
5- Me hundo en la miseria de mis grasas mal distribuidas, y acuso a todos los dioses del Olimpo y a Mendel de que los genes tetudos de mi abuela hayan llegado hasta mí, sin tener el detalle al menos de repartir un poco mis grasas con mi hermana.

Al acabar (las compras, no la lista de buenos propositos, eso lo he escrito mentalmente), he corrido cual grácil vaca lechera en prado asturiano a la tienda de lencería fina que hay delante de mi casa, siguiendo los consejos de mi mami. Le he pedido a la amable dependienta un sujetador reductor para mis calabazas, y lo bueno ha sido cuando me ha preguntado la talla. ¡Y yo que sé! Corto las etiquetas de todo porque su roce me da alergia, y con más motivo la de las prendas que me recuerdan que mis medidas no se corresponden con la moda Zara imperante. Así consigo olvidarme, y pienso que gasto una 90 como mucho. La paciente mujer me ha sacado un modelo de sujetador reductor que me ha dejado sin aliento. Seguro que mi tatarabuela vestía algo similar. Grande, con costura (para que disimule más), con unos bordados muy acordes con la moda de… Alfonso cuarto lo menos, feos feos de cojones. ¡Y yo con que cara me ligo a alguien, me lo llevo a casa y aparezco con eso debajo de la ropa! ¡El anti-sexy, el anti-glamour, el baja libidos instantáneo! Seguro que a alguien con gran sentido del humor le hace gracia la primera vez que ve eso, y se lo toma a guasa. Pero ese sentido del humor ha de ser, además, discreto para no irse de la lengua y contar, a diestro y siniestro, las intimidades de mi alcoba! ¡Y para seguir considerando gracioso semejante atuendo cuando los efectos del alcohol y del calentón desciendan, dando paso a una resaca lúcida y analizante de la lencería fina de la compañera de cama!

To be continued...

No hay comentarios: